Fatalitas Band parte en 2008 de la improvisación libre entre cuatro cromañones nacidos y criados en cavernas madrileñas, con la simple y única intención de domesticar el caos sonoro que nace de sus primitivas y diminutas cabezas.

La afición de Jose Labrador tocando la batería viene de lejos, empezó tocando con palillos chinos en las copas ajenas de los restaurantes bajo las hostiles miradas de los comensales que le aplaudían, babeaban y alababan por el miedo a cualquier tipo de represalia esquizoide, ya que padece trastorno bipolar paranoide con brotes psicóticos maniaco-depresivos. El médico le recomendó empezar a tocar la batería para aliviar los ataques y los calambres nocturnos, cosa que sigue padeciendo hoy en día, por lo que su estilo baterístico correspondería a Philip van Dyke  en Mary Poppins en pleno brote epiléptico.

Javier Martín fue una de las primeras personas en convertir y patentar la guitarra como instrumento de tortura medieval y sexual, y la primera persona denunciada por la asociación protectora de animales después de un concierto por el simple hecho de tocar. Su profesor de guitarra quedó muy impresionado en cuanto le vio en su primera actuación en directo, tanto que murió repentinamente de alegría después de haberse quedado ciego y haber llorando sangre. Ahora la policía de vez en cuanto le contrata para hacer castraciones químicas, ya que la gran mayoría del público que ha disfrutado de sus actuaciones ha quedado estéril.

Alvaro León, bajista de la banda, al contrario que el resto tiene un elevado caché como músico. Su fama le precede allá donde va. Los acreedores, la policía, las pruebas de paternidad y de ADN son gajes del día a día para él. Ha actuado en multitud de locales de alto standing, tascas, churrerías, floristerías, construcciones, bares de alterne, mataderos, centros comerciales, juras de bandera, despedidas de casadas y fusilamientos siempre con un gran público tan selecto y distinguido como ratones, ratas, palomas y cucarachas de todas partes del mundo. Es un músico tan versátil y carismático que un día al acabar la actuación un distinguido oyente se le acercó para comentarle lo emocionado que estaba, a la par que impresionado, ya que nunca había visto a nadie tocar el serrucho con tanta maestría.

Todo iba estupendamente para nuestros tres héroes cromañones, hasta que un buen día hubo una fuga masiva en el cottolengo del barrio. Uno de los fugados, Oscar Martín, se hizo con unos cuantos cartuchos de dinamita y se presentó como suicida en el su caverna natal amenazando con hacerla estallar si no accedían a dejarle entrar en la banda troglodita. Ahora mismo se lamentan de aquella fatal decisión, ya que cuando le soltaron por primera una guitarra para saber como tocaba no se esperaban a que se la fuese a comer allí mismo con grandes exclamaciones de jolgorio.

Con los cuatro músicos de Bremen preparados para partir a su funesto destino decidieron deleitarnos a toda la humanidad con sus dotes musicales propias de una ameba fosilizada, cuyos rebuznos harían convertirse en estatua de sal al mismísimo Polifemo. Si usted no tiene ningún problema y se los encuentra, quizás pueda contratarlos.