Lleva tu Happy Place contigo a todos sitios, a todas horas, y traerá éxito, calma y felicidad a tu vida. Tu Happy Place te activará los sentidos. Será como ir al campo, como montar tu propio jardín donde y cuando quieras, pero sin bichos, sin acompañantes molestos. Mientras, el resto de los supervivientes se desquician por ahí fuera, se deprimen en un mundo hostil, extraño e improvisado. Hasta que encuentren también su Happy Place.
Como no podía ser de otra manera, la industria fonográfica está desfallecida. Las etiquetas están desgastadas, las corrientes han perdido espontaneidad, incluso audacia, mala leche. Las nuevas tecnologías favorecen la proliferación de iniciativas musicales, pero la industria las ha demonizado como un mal que afecta al comercio tradicional. Algunos se desesperan, quieren que la realidad se adapte a sus negocios y no al revés.

Pase lo que pase con la industria, nunca dejará de haber música. Y Happy Place existirá mientras haya música, porque está a su servicio, como un altavoz, como un sindicato. Reivindica las producciones domésticas, modestas, para sacar el talento que subyace bajo tierra. No tiene perspectivas comerciales, sino que sólo ofrece su estructura productiva a los artistas que le interesan, siempre por criterios estéticos. Artistas, que, por otro lado, no encajarían en la decoración impostada que nos rodea.

Cuando esos decorados grises, pesados, se empiezan a agrietar, la luz que se cuela por entre las rendijas es la de Happy Place. Y quien mire por esas grietas nos verá trabajando, tirados en la hierba.