Después de quince años, el quinteto vigués Los Piratas puso punto final a su carrera con un concierto a finales de 2003. La trayectoria de un grupo con los pies en el rock, y la vista puesta en un horizonte sonoro sin límites ni restricciones había concluido. Atrás quedaba una estela artística que daba fe de que Los Piratas era un grupo preparado para hacer canciones accesibles pero también dispuesto a crecer, evolucionar e ir más allá de lo evidente, lo fácil y lo cómodo. Siete álbumes y canciones imborrables como ”Quiero hacerte gritar”, “Promesas que no valen nada”, “Fecha caducada”, “Años 80” o “Mi matadero clandestino”, que estuvo incluida en la versión española de la banda sonora de “Batman vuelve”.

Todo eso concluyó un día de octubre, al terminar el concierto de despedida en la madrileña sala La Riviera

“Nos quedamos todos muy tristes”, cuenta ahora Iván Ferreiro, ex cantante de Los Piratas. “El grupo se terminó porque tenía que terminar, no pasó nada  en concreto, simplemente estábamos saturados y lo mejor era concluir el asunto antes de que empezáramos a llevarnos mal y poder así seguir siendo amigos”. Lo que ocurrió después es que Iván, sumido en la inevitable melancolía que conlleva el terminar con una parte primordial de tu vida, se planteó huir del pasado inmediato. Y ante la ausencia de futuro, decidió inventar un nuevo episodio musical que no le comprometiera a nada más que a ejercer su oficio: el de músico. Para ello contó con el mejor aliado. “Mi hermano Amaro también estaba pasando un mal momento personal así que le propuse que hiciéramos algo juntos. Porque Amaro había terminado la carrera de derecho, pero lo de ser abogado no se lo creía ni él. Lleva haciendo música desde los trece años así que había llegado el momento de enfrentarse a la situación. Le dije: “No sé cómo estarás tú pero yo estoy más solito que la hostia””. Lo siguiente que se supo de ellos es que eran Rai Doriva & As Ferreiro.

            Rai Doriva & As Ferreriro tocaban cada miércoles en un bar de Vigo llamado El Ensanche, un lugar que no es el típico local para el rock si no más bien lo contrario. “La idea era estar allí tocando versiones y que no nos hiciera caso ni dios. Salíamos con vestidos que eran como una máscara, para que la gente se olvidara de Iván de Los Piratas. Yo dejé de ser Iván y me convertí en Ivonne. Amaro pasó a ser Tamara. Pero la gente, en lugar de usarnos como música de fondo, en vez de ponerse a hablar mientras se tomaba una copa, se quedaba escuchándonos”. En su afán por escapar de sus propias personalidades y por eliminar al artista, decidieron tocar también en bodas y bautizos. Y por supuesto, Rai Doriva no aparecía nunca en escena.

            Esta rutina les sirvió para acumular unas cuantas canciones. Y si bien Iván lo último en lo que pensaba era en grabar un disco o en darle continuidad a su carrera en el modo acostumbrado, el material que aparecía fue tomando su propio curso. “Amaro y yo hablábamos mucho sobre temas concretos y esas conversaciones se repetían una y otra vez hasta que, finalmente, se convertían en el tema de una canción. Esas historias tenían cosas en común. Un toque de humor irónico. Temas políticos, si entendemos la política como una actitud desde la cual te enfrentas a lo que haces en tu vida cada día. Un aire de exageración, que es algo inherente a una canción. Porque una canción tiene que ser una buena mentira para poder contar una verdad aún mayor”. Así descubrieron que al final tenían una colección de canciones independientes entre sí que bien podían conformar un disco. Un disco llamado “Canciones para el tiempo y la distancia”.

            “El tiempo es algo implícito en la canción, hay una distancia que se recorre  desde que nace hasta que la escucha el público. Y si bien los cuadros son obras en el espacio, las canciones son obras en el tiempo. Un tema que dure unos minutos puede hablar de un instante fugaz. Puede parecer una obviedad pero el tiempo y el espacio son las medidas básicas de una canción”.

            Iván y Amaro se encerraron en una casa  rural en Finisterre y allí, junto a Suso Sáiz en las labores de producción, fueron cobrando forma las canciones del álbum. Primero las guitarras y las voces, luego se metió la batería de Karlos Arancegui. Posteriormente siguieron en Madrid, en los estudios de Gonzalo Lasheras, donde Mikel Irazoki metió el bajo y Joserra Semperena los teclados. La mezcla corrió a cargo de José María Rosillo, que con Suso es también un viejo colaborador de las aventuras de Los Piratas. Se hizo en los madrileños estudios  Red Led, donde Justo Bagüeste metió vientos. “El sonido del disco es muy simple. Nos dimos cuenta de que no tocábamos bien la guitarra pero en cambio, sí tocábamos muy bien las canciones con la guitarra. Durante la grabación nos dimos cuenta de que nos sobraban los virtuosismos. Queríamos llegar al arreglo invisible. Muchas veces la referencias musicales provienen de discos que te gustan y entonces lo que te planteas es hacer todo lo contrario, no por renegar sino por probar el efecto contrario. El factor económico también era importante. Las decisiones que tomamos tienen siempre que ver con nuestras necesidades, sean del tipo que sean, y eso incluye la economía. Todo tiene que ir acorde al momento que estás viviendo. Las canciones tienen que ir de eso, de ayudarte a sobrevivir. Las hacemos para eso y las escuchamos para eso. Hay que ser coherente con ellas”.

            “Canciones para el tiempo y la distancia”, el primer disco en solitario de Iván Ferreiro contiene diez canciones. Nueve originales y una versión inesperada, adjetivo este que suele ir siempre ligado a la trayectoria del músico gallego. El CD saldrá acompañado por un DVD en el que se recogen diez clips que ilustran las correspondientes canciones del disco. Los clips han sido realizados por amigos y colaboradores como el fotógrafo José Luis Santalla, el ex Piratas Paco Serén, una admiradora llamada Vanessa e incluso ellos mismos. “Son vídeos sencillos, porque las canciones del disco lo son y porque, ante todo, un vídeo para una canción ha de cumplir siempre con ese requisito, el de la sencillez”.