A mediados de 1966, mientras su integridad anal era puesta en un compromiso por la plantilla al completo de Las Ibéricas FC vestidas de capadocios, el director creativo de EMI en España tuvo una visión, en la que un geranio en llamas le comunicaba mediante lenguaje de signos con un leve deje turolense la misión que en aquel momento de singular transcendencia le era encomendada:
El proceso de casting fue deuteronómico y miríadas de púberes llellés de los barrios periféricos de Blimea acudieron a la convocatoria con una canción en los labios y esperansa en el corasón, aunque fueron finalmente tres jóvenes subnormales y un agricultor local con gafas quienes se llevaron el gato al agua (entrando en contacto con ella por primera y quién sabe si última vez en sus vidas).